¿Sabía usted que al obtener nuestra independencia en 1821 nuestro país era el más pobre de todos los centroamericanos?
El nivel de vida actual es debido, en gran parte, a la riqueza generada por las minas del monte del Aguacate. Esos recursos impulsaron fuertemente a la economía local desembocando en bienestar social.
Varias de las familias decidieron reinvertir sus ganancias mineras en la siembra y desarrollo del café, esto ayudó a diversificar la economía y estabilizar a la recién nacida patria. La riqueza lograda por la minería no se podía haber obtenido prestada de los países vecinos y mucho menos de la madre patria.
La minería de oro a gran escala se desarrolló en Costa Rica a partir del año 1821 en los Montes del Aguacate. En 1976, Araya Pochet denomina esa época entre 1821 y 1843 como el Primer ciclo minero de costa rica. Tiempo en el cual se alcanzó prosperidad debido a la exportación del oro y el comienzo del comienzo con el exterior. Principalmente con Estados Unidos y Europa.
La actividad minera llegó a ocupar en la década de 1830 entre un 45% y un 48% de las exportaciones de la nueva nación Costa Rica. La circulación del dinero producido por las minas transformo totalmente la economía del país.
Durante este primer ciclo las minas eran propiedad de costarricenses.
Muchos de ellos políticos o sus familiares. Se pueden mencionar entre ellos Rafael Moya, Nicolás Ulloa, Rafael Gallegos, jefes de estado, Demetrio Iglesias, familiar de Rafael Yglesias, hijos del expresidente Julio Acosta, los hermanos Oreamuno, José Joaquin Mora y muchos otros.
Costa Rica no contaba con ingenieros en minas ni obreros calificados por lo que se dio la inmigración. En 1824 se le giraron 800 pesos al señor Francisco Echeverría de México para que viniera a establecer el laborío y beneficio de la mina.
El 21 julio 1825 se dictó un decreto en Guatemala que permitía a los extranjeros dedicarse a la explotación de las minas pudiendo adquirir la propiedad y dominio de las mismas.
Se daba un año de tiempo para explotarlas. Llegaron al país. Mateo Urandurraga de España, John Gerard y Ricardo Trevithick de Inglaterra, Juan Bart de Alemania y muchos otros.
Una vez agotado el oro en la superficie la explotación artesanal ya no era posible por lo que las minas se cerraron porque utilizaron una precaria tecnología y trabajaron con limitada inversión de capital. Los concesionarios eran principalmente costarricenses sin experiencia en la minería, la explotación de las vetas se llevó a cabo de manera rudimentaria, solo se sacaron los minerales cerca de la superficie y, al profundizarse, los pozos y túneles se inundaron con agua por lo cual terminaron de explotarlos.
Para separar el oro se molía el material de la veta en un molinete o rastra, y el oro se recuperaba por amalgamación sobre planchas de cobre.
Estos cubiertos con mercurio y posterior evaporación del mercurio en un horno. La desventaja de esta metodología era que raras veces se recuperó más del 30% del oro presente en la veta. Es por eso que Reitz (1902) encontró valores muy altos de oro en las lamas o desechos de estas minas antiguas. No se podía continuar más porque, además, no solamente faltó capital para la instalación de maquinaria moderna, como molinos y bombas de agua, sino que mucho más grave fue la falta de vías de acceso a las minas para transportar esta maquinaria. A principios del siglo XIX no hubo ni ferrocarril ni caminos para carretas de bueyes, así que era imposible transportar un mazo de acero que pesara entre 400 y 900 kg para construir un molino que consta de 10 o 20 de estos mazos.